martes, 17 de noviembre de 2009

Quelites, Quentoniles o quílitil




Este fin de semana recorrí como siempre gustosa las carreteras de este México lindo y querido, es decir, trato de verlo así lindo, porque cada día que pasa hay mas baches que ya parece cráter lunar. Así que los pobres amortiguadores quedaran para el arrastre después de transitar por la trágica carretera México- Tuxpan, ruta que tengo que seguir para llegar primero a Zacacuautla, y después a su cabecera municipal Acaxochitlan.

Precisamente en la comunidad de Zacacuautla, hay una panadería con horno de leña, cosa que le da un particular sabor al pan. De esa maravillosa panadería, escribiré en otra ocasión, pues bien vale un texto completo. Lo que hoy es de mi interés es destacar sobre los Quelites. Hermosas hojas de campo, entre muchas otras comestibles, y que alimentan pueblos y comunidades y que podemos encontrara solo durante los meses de lluvia. En esta ocasión mi adquisición de este raro manjar- extraños a ojos ajenos o visitantes, de tianguis y mercados de pueblo- fue en el mercado que el domingos se instala en Acaxoxitlan, en el estado de Hidalgo. La vendedora tenia un diminuto puesto instalado directamente sobre el piso, pero sus mercancías estaban sobre una lona de plástico, pequeños montones de habas verdes, frijol de una variedad algo grande, nopalitos, algunas hierbas de olor como hierbabuena, recién cortada, romero, menta y epazote. Ella muy atenta respondía con cortesía mis ociosas preguntas, cómo se llama tal planta, como se preparan estos frigoles, -yo con pinta de chilanga que trabaja y no sabe nada de guisos y refritos pensaría tal vez-, se sorprendía al cuestionarla sobre la mejor manera de hacer unos buenos frijoles, pero mis dudas en realidad trataban de arrancar algún viejo secreto.


Mi preparación de los quelites es una receta de familia, precisamente de la que vivió en Hidalgo, cerquita de Apan, cuna de la charerria-según dicen- lo que si lugar de una cantidad respetable de pulque, pues bien a continuación los ingredientes:

1 kg. de quelites

1/2 cebolla rebanada finamente

3 cucharadas de aceite


Para la Salsa

2 jitomates asados, sin piel, pues ennegrecería nuestra salsa

3 chiles moritas

1/2 diente de ajo

sal al gusto


Preparación

Hay que lavar muy bien los quelites bajo el chorro de agua, para quitar la tierra y después preferentemente desinfectar. Antes poner alguna olla grande con tapa, y agregar una taza de agua, al hervir ir colocando los quelites que se ablandaran hasta quedar tiernos, no requiere mas agua, ya que con el vapor se cocinen a la perfección. Escurrir bien.

Aparte en una cazuela de barro, si se tuviera poner el aceite, acitronar en este la cebolla y ahí verter los quelites perfectamente escurridos. Mover constantemente tapar y dejar reposar por un par de minutos, bajo fuego medio.

Para elaborar la salsa preferentemente en un molcajete, si no se tuviera-como es mi caso, por más increíble y poco ortodoxo que esto parezca- licuar los chiles previamente dorados, con el jitomate, el ajo por unos minutos para que tenga consistencia mas de puré que de agua de jitomate, salpimentar al gusto.

Estos quelites son perfectos para una carne asada, una pieza de pollo también asada o simplemente en taquitos con tortillas de maíz y un buen plato de frijoles negros con su epazote.

Mmmmm, simplemente deliciosos.


p.d este texto fue preparado durante las ultimas semanas de octubre. Recién ahora pude terminarlo.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Día de Muertos

Sin duda alguna las festividades en nuestro país son ricas en elaboración, variedad y presentación gastronómica. Un claro ejemplo de todo esto son los días que México dedica a recordar a sus muertos. Así un ejercito de mujeres y hombres, participan de esta fiesta gastronómica, panaderas, cocineras, mayoras, chef o simples mortales sin grado culinario, pero maestrisimos en el arte de la cocina nos participan de múltiples guisos, atole, champurrado, tamales, mole, camote y calabaza en dulce de piloncillo, pan de muerto, como parte del cortejo necesario para agasagar el paladar del difunto, y compartido con los vivos, aunque el refrán nos señale que "de valientes y glotones están llenos los panteones".


En mi particular experiencia estos días de festejos panteoneros, fui convidada primero de dos hermosas cazuelas de barro quizá texcocanos, -confiemos en que así sea, pues ya los chinos hasta eso serán capaces de elaborar en su histérico expansionismo de mercado-con mole y arroz, parte de la Ofrenda de Muertas que las sexo servidoras de la Merced cada año elaboraran para recordarnos que la muerte siempre las ronda. Generosas ellas, preguntona yo me convidaron de los deliciosos tamales y champurrado con que agasagaron a los muchos invitados que llegaron a su Ofrenda "Las Flores de Noviembre".

Ya de viaje al estado de Oaxaca, pude degustar calabaza y camote en dulce de piloncillo, postre de verdad delicioso, casi ritual para estos días pero que bien puede elaborarse todo el año, siempre que se consigan buenas calabazas de castilla. Distintas variedades de pan pudimos saborear, una de ellas con fuerte sabor y olor a mantequilla de la buena, elaborada por manos expertas de los valles centrales oaxaqueños. Y adornados con unas muy bellas figuras de harina, pintadas a mano con anilinas de colores. Como la que aquí se muestra. La otra es la del pan amarillo"o bueno" dicen los lugareños por ser de mejor elaboración, de mayor numero de ingredientes y de un precio mayor al del pan de consumo diario.
El 2 de noviembre todas las casas se llenan del tradicional mole negro, uno de los siete famosos moles oaxaqueños. En esta visita yo pude saborear otro, el verde, simplemente fantástico. Pues bien, para estas festividades hay que ir con anticipación a los mercados de la zona, buscar los mejores chiles secos - en ocasiones un poco húmedo, para que el gramage aumente, pero que a la postre amargaría el preparado- las especies y el molino que habrá que utilizar para triturar y mezclar todo los ingredientes, ya en la casa cada una dará su toque, especial, sus secretos pasados de generación en generación por la tradición oral, pero sobre todo por mover y mover el contenido de la cazuelas sobre el fogón de las cocinas, las unas de leña, las menores de gas.

Así participamos de una verdadera fiesta, encuentro con los muertos en el camposanto de las viejas iglesias, 0 en los distintos altares con sus flores de Cempazuchitl - ¿estará bien escrito? no tengo a la mano el magnifico Diccionario del náhuatl en el español de México de don Carlos Montemayor nuestro flamante premio Nacional, -felicidades maestro-, sus Tlayudas, su buen trago del magestuosos Mezcal, y sus tiritantes velas, para que en la oscuridad de la noche encuentren el camino de regreso a su casa, no contaré esto a mi sobrina Nicté pues la siguiente ocasion no querrá acompañarme a las andanzas que tengan muertos o fantasmas de por medio.

Un importante hallazgo, resultaron las llamadas "Comparsas", barrocas muestras de música, baile, trasvestismo, o simple fiesta pagana. Me pondré a investigar y ya escribiré sobre el tema.